1672413913 Series Netflix Fiebre cerebral el virus de las palabras

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Un fotograma de la serie.

Desde Turquía nos llega una serie que no es otro culebrón televisivo que explota una fórmula incombustible. Estamos ante una propuesta diferente, sobre una epidemia que se contagia por el habla, mostrando una distopía que invita a la reflexión

Borja Crespo

«No sacrifiques el impulso de fricción por tu odio hacia los cilindros», «deslízate como una trucha tras el tobogán del sacrificio», «la trucha es bronce y yo brillo como un picaporte», «el viento del tren filtra la cesta», «si mojas en mi salsa de tundra torcida, se romperá», «el equilibrio llora cuando llovizna»… No son frases extraídas de una prosa encendida. Son diálogos de ‘Fiebre cerebral’, una producción de origen turco que puede seleccionarse en el menú de Netflix. Estas palabras rimbombantes que abren el texto, que podemos entender fácilmente, por su sonoridad y atrevimiento, como pura poesía surrealista, las dice una persona enferma que puede contagiar su demencia a quien le escucha. Es inevitable relacionar esta dolencia con el Alzheimer, pero las víctimas de la epidemia lingüística descrita en la serie, a los que se llama desvariados, están más cerca de la locura. La idea remite a los memes y los posts que se viralizan en la actualidad a través de Internet. El trasfondo del relato va por ahí, con inevitables paralelismos con el presente, hasta el punto de que la correspondencia en papel, una carta de toda la vida dejada en un banco, se convierte en la única esperanza para comunicarse del protagonista principal de esta original distopía. Es lógico relacionar este planteamiento con ‘Pontypool’, una curiosa película de muertos vivientes sin zombis, porque no llegaban a verse nunca, donde la gente se contagia a través de las voces, con lo cual una emisora de radio se convierte en el escenario ideal desde el cual retransmitir el apocalipsis. En la estación sonora se masca la tragedia mientras los monstruos rodean el lugar. Y nadie para de hablar.

En ‘Fiebre cerebral’, creada y dirigida por Mert Baykal (‘Fi’), no hay llamativos elementos futuristas para subrayar la distopía. No son necesarios. Bastan algunos pequeños detalles, como el hecho de que los ciudadanos de a pie paseen por las calles de Estambul con las orejas cubiertas por unos grandes auriculares. A veces se tapan los oídos con pan mojado, según se relata en un diálogo. Cuando alguien habla sin sentido, pronunciando palabras incoherentes, estalla la alarma, aunque pueda ser un poeta callejero. Nadie quiere cerca a un loco y menos cuando puede contagiarte una enfermedad desconocida de la cual parece ser inmune, quizás el único en todo el planeta, el protagonista del entuerto, amante de lo analógico. Mediante correo epistolar pretende conquistar a una dama, con algunos momentos sonrojantes que pueden recordar a los famosos culebrones turcos, pero la intriga va más allá y atrapa, a ritmo lento, a quien quiera ver una serie de ciencia-ficción modesta y diferente. Sinestesia, alucinaciones y ataques epilépticos son los síntomas clave del dichoso trastorno. Un mal que se extiende implacable e incomoda sobremanera a la población, encerrada en sus casas el máximo tiempo posible para no interactuar con extraños. Lugares como un supermercado o una estación son focos del virus, al juntarse varias personas afrontando el día a día. La lucha por la supervivencia pasa por asumir riesgos que forman parte de nuestras rutinas.

Quizás no sea el mejor momento para ver una serie que retrata una pandemia, puede jugar en su contra, pero ‘Fiebre cerebral’, adaptación de la novela de Afsin Kum, a degustar con paciencia, logra contar una historia aparentemente trillada, la propagación de un virus maligno, con ingredientes fuera de lo habitual. Peca de sobremusicada, un signo de los tiempos, con flash-backs e imágenes oníricas que apelan a sensaciones y pensamientos del protagonista, un lingüista desaparecido del mapa, traumatizado por la muerte de su mujer, que logra sortear la enfermedad infecciosa con subidones de fiebre, únicamente en la cabeza, de ahí el título de la ficción. Su retiro del ruido acaba convirtiéndose en una espiral de acontecimientos inesperados. Se desata la furia. Varios hombres armados le persiguen y no le queda otro remedio que huir. La amenaza gubernamental está presente, añadiendo intríngulis al asunto.

Conviene ver ‘Fiebre cerebral’, con una duración de ochos entregas, en versión original con subtítulos. Es decir, en turco, enfatizando así los momentos de extrañeza a propósito del uso del lenguaje. Sensiblera a ratos, hay escenas de tensión bien resueltas, sin artificios, exprimiendo recursos sencillos. La acción es escasa como espectáculo, la serie abraza más el suspense desde el espionaje y no rehuye del drama y la crítica social -con ecos de la Primavera Árabe-. Propone un fin del mundo sin criaturas siniestras e hiperviolentas. Es el propio ser humano el gran problema y las palabras irracionales son el conflicto, por contaminación oral, extensible, metafóricamente, a lo que ocurre hoy en día con las redes sociales. Una mirada preocupante, aunque no abandona la esperanza en nuestra especie.

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