Que esperar y que no de los jardines verticales de

En el artículo de hoy, compartimos el artículo sobre Qué esperar y qué no de los jardines verticales de la M-30. Puede encontrar detalles sobre Qué esperar y qué no de los jardines verticales de la M-30 en nuestro artículo.

Los
jardines verticales están en boga. Llenan de verdor cualquier rincón entristecido por el cemento. Ya sea en viviendas particulares o en edificios públicos, en el interior de restaurantes y oficinas o en plena calle. Pero su efecto va más allá del ornamental. Estos tapices naturales reducen el efecto ‘isla de calor’ en las urbes, captan partículas contaminantes del ambiente y amortiguan el ruido del tráfico.

Ahora, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, los ha devuelto a primera línea tras anunciar que destinará 30 millones de euros para forrar con ellos hasta 100.000 metros cuadrados de los muros de la M-30, la autovía que circunvala Madrid.

El proyecto cuenta con un piloto que contempla instalarlos, para empezar, en unos 400 metros de muro cubierto de grafitis ubicado en la zona norte de la carretera. Para ello se destinarán 3,8 millones de euros. Si el primer edil del PP resulta reelegido tras los comicios del 28 de mayo, continuaría con el proyecto.

Tras el anuncio, la controversia -o como mínimo, la sorpresa- no se ha hecho esperar. Son muchos los factores que llaman la atención: la elevada cifra del presupuesto, lo novedoso del recurso elegido para renaturalizar parte de la ciudad, la gran cantidad de metros cuadrados a transformar y, sobre todo, el entorno elegido. La M-30 es una autovía por la que circunvalan cada día un millón de vehículos. Con sus consiguientes emisiones de gases y partículas contaminantes. A todas luces, es un lugar hostil para cualquier vegetación.

¿Sobrevivirán los jardines verticales en este entorno? ¿De verdad tienen tanta capacidad para limpiar el aire o es solo pueden aspirar a decorar? ¿Cómo va a ser su mantenimiento? Expertos en estas instalaciones verdes explican qué se puede esperar, y qué no, de ellos tal y como está planteado el proyecto de Madrid.

¿Es una buena idea?

«Maravillosa, si se hace bien», apunta Ignacio Solano, CEO de Paisajes Urbanos, empresa dedicada a la instalación de grandes jardines verticales en entornos de toda clase. En su opinión, la idea es buena siempre y cuando no se falle en el diseño inicial del jardín vertical.

Como primer paso, señala la relevancia la selección de las especies, tras el consiguiente estudio de las condiciones del entorno, pues no todas se pueden adaptar a la ubicación elegida. Por el clima, las condiciones de luz, aire… hasta el PH del agua de la ciudad influye en su supervivencia y sus tipos de cuidados.

«Junto a un conocimiento profundo de esta especialidad, creo que hay que valorar que quien vaya a ejecutar estos jardines tenga la suficiente experiencia», concreta. Se refiere con ello a que la prueba-error que da el tiempo de trabajo con estas instalaciones ayudaría a acertar tanto con las especies, como con la tecnología de riego, monitorización, formas de optimizar el mantenimiento, etc.

A Pere Martorell, de Verticor, no le ha sorprendido tanto la ubicación, sino las cantidad de metros que están previstos. Si cada metro cuadrado alberga unas 40, el proyecto piloto de 400 metros implicaría colocar y mantener 40.000 plantas. Si pensamos en el proyecto global, la cifra se dispara.

Jardín vertical del aeropuerto de Málaga instalado por Acer Espacios Naturales.

¿Es costoso el mantenimiento?

Donde sí ve puntos críticos es en otros aspectos colaterales: «el drenaje del agua sobrante del riego no podría ir a la calzada porque provocaría accidentes; la caída de hojas secas o plantas muertas irían al asfalto constantemente; habría actos vandálicos; el estrés impediría a las plantas crecer correctamente por corrientes de aire constantes y cambios de temperatura extremos…», enumera.

Para Solano, todos los factores relacionados con la supervivencia, insiste, tendría que ver con la tecnología, por ejemplo de riego, que llevase la instalación. Si se hace bien, en su opinión, no tendría por qué conllevar un coste muy elevado de mantenimiento. Con ello, por ejemplo, se reduciría la reposición de plantas muertas cada cierto tiempo.

De igual modo, se limitarían las intervenciones por control de plagas, tan comunes en los jardines, ya sean verticales o no. «Bien hecho, quizá puedas reducir a una vez al año una intervención que te obligue a prescindir de un carril de la carretera. Ahora bien, es cierto que si los arreglos tienen que ser constantes es algo que te puede explotar por el malestar de la ciudadanía», reflexiona.

Cinco años llevan haciendo este mantenimiento los propietarios de la empresa Acer Espacios Naturales con los jardines verticales que la localidad malagueña de Marbella proyectó para los pasos de algunas de sus carreteras. Salvando las distancias con el caso de Madrid, es la iniciativa más parecida a lo que se quiere hacer en la capital que se haya llevado a cabo en España.

¿Son capaces de limpiar el aire?

¿Cómo ha sido la experiencia allí? «Llevamos cinco años realizando también el mantenimiento y sin más problemas», explica Ignacio Benthem, CEO de la citada empresa malagueña, que finalmente los instaló en puentes y pasos superiores de varias carreteras de la localidad de la Costa del Sol.

Sobre si el mantenimiento es muy caro, afirma que «no se puede conocer a priori», hasta que el proyecto no arranque. Dependerá de qué tipo de abonos, de cómo respondan las plantas al medio, del acceso… Lo que sí debe estar es, reconoce, muy planificado.

Tanto Benthem como Martorell, reconocen que la capacidad de purificación del aire de estas instalaciones es relativa. No se trata de tener un limpiador del aire en tiempo real en esta autovía urbana. El portavoz de Vertiflor avisa que esta capacidad de limpieza del aire es un reclamo utilizado «para vender». Pero es relativo. Para lo que sí son eficaces, y en esto coincide con su colega de Acer, es en reducir el ruido. Algo que, tratándose de la M-30, no es poco beneficio. «Además, si en cada metro cuadrado podremos colocar unas 40 plantas… si sumas metros de carretera, capacidad para absorber partículas tendrán», puntualiza Benthem.

En este sentido, Ignacio Solano, discrepa, apelando de nuevo al tipo de tecnología que se instale. Pone como ejemplo los cultivos hidropónicos, es decir, en agua no en tierra. Si en ese agua se calcula exactamente todo el nutriente que requiere la planta para crecer de forma óptima, incluso acelerando este proceso, su metabolismo será un 30% más rápido y, con ello, su capacidad de filtrar el aire al hacer la fotosíntesis. «Además, al estar en agua, no en tierra, las raíces expuestas también tiene capacidad de filtrar, puntualiza.

Aún se desconoce qué tecnologías o sistemas irán destinados a la M-30 porque la UTE de tres constructoras a las que se les ha adjudicado el trabajo tendrán, a su vez, que subcontratar los servicios a una empresa instaladora de jardines verticales. Será entonces cuando se sepa qué diseño tienen estos tapices verdes y qué eficacia tendrán. El tiempo y los sensores de monitorización lo dirán.

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