Ni el dolor durante el coito es normal ni hay

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¿Para qué sirve la sexualidad? Si lo piensas es de gran utilidad pues sirve para conseguir muchas cosas. Desde su dimensión más biológica, la función reproductiva sería quizá la más representativa y compartida por la humanidad pero, ¿siempre deseas reproducirte cuando la pones en funcionamiento? Yo diría que no.

Desde su dimensión social y relacional, la comunicación es la gran función de la sexualidad. Sus lenguajes son variados y sus diferentes códigos son los que nos llevan a crear relaciones únicas. Esa química que se siente cuando te entiendes con alguien o contigo mismo. Saber comunicarse es importante para sentirnos atraídos o rechazar relaciones pero es precisamente la siguiente función la que ha de decidir si nos acercamos o huimos.

En la dimensión psicológica es donde se cocinan e interpretan las creencias, actitudes, pensamientos y emociones; allí encontramos el PLACER. Y lo escribo en mayúsculas porque cualquier otra función de la sexualidad que podamos imaginar tendría que estar siempre aliada con esta: reproducirse con y para el placer; comunicarse y relacionarse desde el placer y por el bienestar de todas las personas implicadas.

Cuando te pinchas con un alfiler el dedo lo alejas inmediatamente, ¿verdad? Entonces, cuando las relaciones hacen daño, el amor duele o la penetración es un suplicio, ¿por qué sigues ahí?

Demasiadas veces se vive la sexualidad desde el miedo y el dolor. Y lo aceptamos como válido. Se naturaliza y acepta que el dolor es normal e incluso necesario para cuestiones que realmente no necesitan ese dolor, sino todo lo contrario.

Generalmente, son las mujeres las que manifiestan más dolor durante las relaciones sexuales, por cuestiones anatómicas, pero también socioculturales y relacionales. Habitualmente, es en el coito vaginal donde aparece mayor dolor, siendo la práctica más utilizada. Esto nos puede llevar a cuestionar nuestros comportamientos sexuales como sociedad; cómo nos relacionamos, entendemos nuestro cuerpo y valoramos, o no, nuestro placer.

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«¡Cariño, para, que me duele!», le dice la mujer a su pareja. Y este le contesta: «¡Espera!, Solo un poco más que ya acabo». ¿Te suena? A mí me lo han contado demasiadas mujeres que acudían por falta de deseo a mi consulta.

Pero, ¿cómo no van a aguantar todo eso si cuando acuden a un profesional de la ginecología, por ejemplo, se ocupa exclusivamente de tu salud física o reproductiva pero no te pregunta por tu disfrute? Yo no recuerdo que me lo hayan preguntado nunca.

Por suerte, cada vez son más los profesionales de la salud que entienden la sexualidad y contemplan el placer como una parte importante de la salud. Porque no hay salud sin salud sexual, ni salud mental sin placer.

Este es el caso de una profesional que admiro y a quien conozco profesionalmente ( las dos somos docentes del Máster Universitario en Sexología de la Universidad de Extremadura y el Instituto Clínico Extremeño de Sexología), la doctora Miriam Al Adib Mendiri, CEO de las Clínicas MiriamGine, una ginecóloga rebelde que afirma cosas como que «el dolor es un tema muy abandonado dentro de la medicina y me parece muy importante tratarlo».

Como gran divulgadora que es, en el más reciente de los cuatro libros del que es autora, ‘Hablemos de adolescencia’ (LIbros Singulares), incluyó un capítulo dedicado al dolor y la conciencia corporal. «Para que la gente entienda de qué va la película y no empiecen sus primeras relaciones sexuales con dolor. Así, dejaré de encontrarme mujeres con 50 años que llevan toda la vida renunciando al sexo porque, desde el principio, piensan que tienen algo mal al tener relaciones dolorosas«, comenta.

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Lo que ha de quedar claro es que el dolor no es normal y, para poder tratarlo, hay que realizar un buen diagnóstico.

Según la experta, «dentro de la medicina, normalmente, tratamos el dolor de tipo orgánico, secundario a alguna lesión del tejido que duele; por ejemplo, una inflamación, infección, endometriosis o algún tipo de daño, cualquier vulvovaginitis, como la atrófica de la menopausia o el liquen esqueroatrófico que puede dar lugar a dolor con la penetración», argumenta.

«Pero existe también el dolor de tipo funcional, que sería es poco conocido y tratado, al no haber una lesión en el tejido», apunta la ginecóloga. «Aunque este también pudiera aparecer como un dolor de tipo secundario a una lesión orgánica. Por ejemplo, cuando la musculatura del suelo pélvico no funciona y, en lugar de estar relajada, se contrae de manera involuntaria durante la penetración, dando lugar a un vaginismo, que genere a su vez dolor, llegando a imposibilitar la penetración», añade.

A nivel funcional, la doctora Al Adib nos indica que hay otros dolores de origen neurológico «como la sensibilización de los receptores del dolor, siendo la vulvodinia representativa de este mal funcionamiento de los receptores. Otro tipo sería la neuropatía del pudendo, donde este nervio no transmitiría adecuadamente la información del dolor, generándose dolor en él y en los genitales, sin verse afectado el tejido», concluye.

Es por todo esto por lo que muchas mujeres, que tienen un dolor sin explicación aparente, no saben a dónde recurrir y se crean mal hechas, raras o incluso locas.

Muchas veces, llegan a mí, precisamente, por esta cuestión. Tratando en consulta el dolor durante el coito o dispareunia, encontré mujeres en esa situación de desamparo. En ginecología, les dijeron que todo estaba bien y les recomendaron un lubricante, sin más. Pero algunas tenían incluso pequeñas cicatrices en su vagina causadas por anteriores relaciones dolorosas, detectadas posteriormente al derivar a fisiosexología; área que contemplo en mis sesiones junto a Arantxa F. Peinado, fisioterapeuta experta en suelo pélvico y mujer.

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En la unidad de ginecología regenerativa que ha creado la doctora Al Adib en Madrid no solo se tratan estas cicatrices con radiofrecuencia, sino que también se utilizan otros tipos de bioestimulación, como son el infiltrado de plasma rico en plaquetas y el ácido hialurónico, completando así el trabajo fisioterapéutico. Este trabajo multidisciplinar es fundamental para conseguir resultados.

Desde la psicosexología, el dolor no solo hay que escucharlo y validarlo, sino que ha de ser tratado por completo. Quizá sea complicado descubrir el origen pero eso no impide que se puedan utilizar determinadas técnicas que ofrezcan buenos resultados.

Desde la terapia psicológica, pasando por el entrenamiento en relajación, visualización y meditación, para la reducción del estrés y la toma de consciencia del mindfulness o mindfulsex. Ofreciendo educación sexual integral, generalmente confusa o inexistente a lo largo de su vida; o utilizando la metodología correspondiente, ya sea terapia sexual, de pareja o algunas para el tratamiento del trauma como el EMDR, que ofrecen extraordinarios resultados en un tiempo generalmente breve.

Así pues, que no ten engañen. Desde la primera experiencia y hasta la última, el sexo es siempre con placer y no para complacer.

Ana Sierra es psicóloga y sexóloga

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