Ante una marea roja de simpatizantes que le aguardan desde hace horas, el dirigente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva se ha convertido este domingo de nuevo en presidente de Brasil. En una toma de posesión multitudinaria que comenzó en la Catedral de Brasilia, Da Silva ha consumado un anticipado regreso sin los trámites protocolarios correspondientes, pues Jair Bolsonaro, que tenía que marcar la nueva era del país dándole la banda presidencial a su rival, ha huido a Florida.
Bolsonaro, que no reconoce la victoria de Lula, ha enarbolado una intensa campaña al abandonar el país y partir hacia Orlando (Estados Unidos), donde, según sus allegados, pretende permanecer unos tres meses. Después de 60 días de silencio casi absoluto, pidió a los suyos que mantengan una dura oposición al «comunismo» de Lula.
Junto a su esposa, Rosângela «Janja» da Silva y el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, Lula subió a un Rolls Royce Silver Wraith sin capota de la Presidencia brasileña, en el que recorrerá unos dos kilómetros hasta la sede del Parlamento, donde prestará juramento.
Los actos se concentran en la Explanada de los Ministerios, una avenida donde se sitúan todos los edificios del poder público nacional y que desde las primeras horas de este 1 de enero ha sido ocupada por decenas de miles de personas, en su mayoría vestidas con el color rojo del Partido de los Trabajadores (PT).
La ceremonia de toma de posesión, celebrada en medio de una vasta operación policial, ha movilizado a unos 15.000 agentes de todos los cuerpos de seguridad del Estado, debido a las amenazas de grupos violentos de la extrema derecha bolsonarista que no reconocen la victoria de Da Silva.
No en vano, antes de la toma de posesión, la policía brasileña ha detenido a un hombre con un artefacto explosivo y un cuchillo que quería entrar a la explanada en la que se está desarrollando el evento, tal y como han informado a Reuters los miembros de la policía militar del país.
El suceso, que ha quedado en un susto, confirma las sospechas previas que pedían a Lula tomar precauciones de seguridad en su discurso. Le pedían que llevara un chaleco antibalas para evitar cualquier susto, pero el presidente electo se ha negado.
Lula estuvo en el poder durante dos períodos consecutivos, entre 2003 y 2010, y regresa a la Presidencia a los 77 años y tras una durísima campaña electoral en la que derrotó en segunda vuelta y por escasos 1,8 puntos porcentuales al ultraderechista Jair Bolsonaro, quien este viernes partió inesperadamente hacia Estados Unidos, según informa Efe.
La vuelta de Lula al poder ha generado una gran expectación en el mundo y su toma de posesión ha contado con la mayor representación extranjera vista hasta hoy en una investidura en Brasil, único país en el que los mandatarios asumen en una fecha tan incómoda como el 1 de enero.
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Serán en total delegaciones de medio centenar de países que incluyen a veinte jefes de Estado y de Gobierno, encabezados por el rey de España y los líderes de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay, así como los presidentes de Alemania y Portugal.
Enfrentarse a la polarización
En términos políticos, Lula estará obligado a atender a una ciudadanía que está dividida, en la medida en que su victoria en las últimas elecciones no fue tan abultada como cabía esperarse y hubo menos de dos puntos de diferencia con Bolsonaro. De hecho, el mandatario saliente obtuvo 58,2 millones de votos, más de los logrados cuatro años antes.
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Lula ha prometido que, en los primeros compases de su mandato, tomará medidas contra quienes siguen negándose a reconocer su victoria, en un momento en que sigue habiendo grupos de ‘bolsonaristas’ reclamando frente a los cuarteles una potencial intervención de las Fuerzas Armadas.
Ha conformado un gobierno multipartidista, aunque reserva para el Partido de los Trabajadores (PT) puestos clave, y con mayor presencia de mujeres, si bien dista mucho de ser paritario ya que la balanza sigue decantándose del lado de los hombres con 26 puestos a once.
Lula ya ha comenzado a dejar claro que, en el ámbito internacional, también marcará distancias con su predecesor, aliado del expresidente Donald Trump y crítico con el multilateralismo. Bolsonaro se quedó prácticamente sólo a nivel mundial durante la pandemia, criticando las restricciones y difundiendo bulos sanitarios.
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