1671221122 ¿Es sostenible esta Espana economica alegre y confiada

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Lo mismo que en la obra de Jacinto Benavente, La ciudad alegre y confiada, (1916) España ha mostrado en el macropuente de diciembre su cara de fiesta y alegría. Transportes llenos y carreteras repletas, restaurantes a rebosar y tiendas de shopping, espectáculos completos y hoteles ocupados. Una imagen que nadie atribuiría a una crisis.

A pesar del aumento descarado de los precios, el dinero parecía seguir fluyendo de los bolsillos de los ciudadanos. La sociedad de la abundancia por doquier. Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Malaga y, por supuesto, la iluminada Vigo con sus centros abarrotados de turismo, casi todo nacional, aunque algo extranjero.

La inflación subyacente, que aumenta los precios de la centra de la compra, no disuade a los españoles de gastar. El consumo de «tapa y caña» disparado. Las cigarras parecían haber sustituido a las hormigas. A pesar de que el nivel de ahorro de las familias estaba estancado y disminuyendo; los intereses bancarios subiendo; el mercado de la vivienda con aumentos de precios; la deuda pública y su coste al alza; y no haya esperanzas de reducir el déficit de las Administraciones.

Todo ello aunque en las televisiones todo son quejas sobre la subida de los precios al ciudadano normal y corriente. En el mercado bursátil el Ibex 35 no supera los 8.400 puntos y si lo hace, baja en unas pocas sesiones; la inversión productiva no se renueva; y las malas perspectivas de la UE, nuestro cliente fundamental, con anuncios de recesión a la vista, aún por confirmar.

Una situación paradójica con muchos riesgos macro y microeconómicos que no parecen influir en el comportamiento de las familias consumidoras. Es la España económica alegre y confiada que vive como si el futuro estuviera asegurado y floreciente.

Por si faltara algún ingrediente para esta burbuja, la propaganda oficial añade inyecciones de optimismo.

«Por si faltara algún ingrediente para esta burbuja, la propaganda oficial añade inyecciones de optimismo»

Su argumento: «el resto de Europa está peor, nuestra inflación es menor y el crecimiento del PIB mayor».

«Más de 16 millones de personas viviendo del sector público. Sobre una población de 47 millones, es el 34%»

Inyecciones políticas acompañadas de sumas de dinero: nueve millones de jubilados verán aumentar sus ingresos en el 8,5%, tres millones de funcionarios con pagas aseguradas, dos millones y medio largos de personas recibiendo las ayudas del SEPE y los más de 535.000 de beneficiarios de Ingreso Mínimo Vital. En total más de 16 millones de personas viviendo del sector público. Sobre una población de 47 millones, es el 34%.

¿Cómo no va a ser una España alegre y confiada si son más que los que trabajan en el sector privado?

Es el Estado del bienestar que hemos construido los europeos de la postguerra y, no hay que olvidarlo, también la democracia española después del posfranquismo.

La pregunta es: ¿será sostenible?

El sentido común indicaría que no. Una casa con más gastos que ingresos y una gran parte de sus habitantes viviendo de los demás no es sostenible.

«Dos Gobiernos, uno nacional y otro europeo, embarcados en una política de echar patada al balón hacia delante»

No obstante, la política oficial no se hace la pregunta y, en consecuencia, no formula ninguna respuesta. Ni en España, ni en La UE. Dos Gobiernos, uno nacional y otro europeo, embarcados en una política de echar patada al balón hacia delante, esperando que la coyuntura cambie, que los vientos sean favorables o que otros futuros gobernantes tengan que arreglar lo que ahora se está descomponiendo.

Los males generados no son superficiales. Todo lo contrario. Pero el aspecto exterior es que «aquí no pasa nada».

La pérdida de productividad y la generación de unas Administraciones gigantescas no se ve como un mal. Al contrario, son los partidos favorables de lo que llaman «lo público», los que parecen estar ganando la batalla.

Defienden «lo público» como si no costara dinero. Cómo si las arcas de las Administraciones se llenaran de manera mágica. Sin pensar que para que «lo público» funcione, el sector privado tiene que crecer de manera vigorosa y sostenible.

La premisa «defendamos lo privado para tener lo público bien financiado» no está en el debate político.

Los políticos de la economía del ‘irrealismo económico mágico’ se olvidan de la realidad objetiva. De momento la cosa funciona. ¿Hasta cuándo?

*** J. R. Pin es profesor del IESE. 

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