China ha vuelto a la casilla de salida de la pandemia tras la ola de contagios de Covid que sufre el país asiático, su peor brote de coronavirus hasta la fecha. A raíz de la relajación de las restricciones y con el desarme de la estricta política de cero Covid a principios de diciembre, el virus se ha propagado muy rápidamente.
Para lidiar con esta la explosión de casos y atender a los enfermos que colapsan la red sanitaria, varios hospitales han cancelado sus vacaciones de Año Nuevo o han llegado a pedir a sus médicos y enfermeros que trabajen horas extra. Es lo que ha ocurrido con los centros de Hebeis (norte), Shanxi (centro), Hunan (centro) o Heilongjiang (noreste), según cuenta la prensa del país.
Además, a partir de este 8 de enero la Covid dejará de ser una enfermedad de categoría A en China, el nivel de máximo peligro, para convertirse en una de categoría B, que contempla un control más laxo. ¿Qué significa eso? Que las autoridades chinas no exigirán hacer cuarentena a aquellos pasajeros que entren al país, entre otras medidas, lo que se prevé que anime también a muchos chinos a viajar al extranjero, tras vivir casi tres años en un estricto confinamiento.
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Pico de contagios
Y aunque la oleada de contagios ha llegado a su pico en las grandes ciudades, según un estudio dirigido por expertos del Centro de Sanidad Pública de Shanghái, el estallido de casos llegará a las zonas rurales más tardes, con un «pico de infecciones significativos» durante las fiestas de Año Nuevo Lunar, la mayor migración anual del mundo y que en 2023 cae entre el 21 y el 27 de enero.
Habitualmente, muchos trabajadores inmigrantes en las ciudades vuelven a sus lugares de origen para pasar las fiestas con sus familiares, lo que causará que «la propagación de la epidemia se acelere», según los científicos de Shanghái.
Datos oficiales
Este tsunami de contagios, que se traduce en una gran presión hospitalaria, está sembrando dudas sobre la fiabilidad de los datos oficiales del Gobierno de Pekín, que estas semanas tan sólo ha registrado un puñado de fallecimientos por Covid-19 pese a que localidades y provincias han calculado que una proporción significativa de sus poblaciones se ha contagiado.
Sin ir más lejos, este mismo lunes 2 de enero las autoridades chinas informaron de un fallecido por coronavirus, en un momento en el que las UCI están saturadas y los cadáveres se amontonan en las morgues. La propia Organización Mundial de la Salud ha criticado la opacidad de China y ha mostrado «preocupación» por la falta de «información abierta, puntual y transparente» desde el inicio de la pandemia.
De hecho, y según cálculos de la compañía británica de análisis del sector sanitario Airfinity, China está sufriendo actualmente unas 9.000 muertes diarias por Covid.
¿Y qué dice China? El jefe del equipo de expertos de la Comisión de Sanidad de China, Liang Wannian, ha pedido esperar a que «pase este ciclo epidémico» para «juzgar con precisión la verdadera tasa de mortalidad» y el epidemiólogo oficial Wu Zunyou ha afirmado que se «está trabajando para calcular y publicar el exceso de muertes».
Pero los países de fuera no van a esperar a que China ponga fin a su apagón informativo, si es que eso ocurre, y miran ya con cautela la apertura de fronteras. Y ante las dudas sobre la situación real en el gigante asiático, varios países como España, Estados Unidos, Italia, India, Taiwán o Japón han comenzado a aplicar restricciones como exigir pruebas PCR a los viajeros procedentes de China, medidas criticadas por Pekín, que ha calificado de «discriminatorias» e «infundadas».