1671388814 Mundial 2022 Qatar Messi se gana la eternidad

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Argentina-Francia (3-3, 4-2 en los penaltis)

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El delantero argentino, tras conquistar el Mundial en su quinto intento, cierra el crculo y una carrera deportiva para la historia

Messi celebra su Mundial.JEWEL SAMADAFP

Slo la vida puede doler ms que el ftbol. Slo el ftbol puede ser ms insoportable que la vida. Pero Messi vivir por siempre.

Lo har en el recuerdo de cuantos lo vieron ganar por fin el Mundial a los 35 aos y en su quinto intento. En las lgrimas derramadas, y en las que estn por derramar. En las canciones que retendrn por siempre su gesta en Qatar. En las mejores borracheras y en las peores resacas. En la literatura, aunque el adjetivo ya no sirva y el relato se escriba con cinco letras. En el pesar de Mbapp, demasiado bueno para marcar tres goles desde la tumba; demasiado joven como para creer que la derrota slo duele. En el corazn de una Argentina que seguir atormentada porque la vida no la resuelve el ftbol, pero que encontrar ms alivio que cuando buscaba respuestas en los ojos rojos del Diego.

Messi vivir por siempre. Porque vivir es recordar.

Conquist Messi el Mundial que negar el reproche. No bastaban los siete Balones de Oro. Tampoco su coleccin de seis botas doradas. Ni siquiera los goles (13 en los Mundiales, a slo tres de Klose) y los ttulos (ya 42, quien ms junto a Dani Alves). Siempre era poca cosa porque Messi, decan, no poda ser como Maradona. Pero Leo, aquel maldito pechofro, el mismo al que le afeaban que no muriera cantando un himno que l lleva tatuado en el alma, fue en Qatar el hroe contradictorio que necesitaba Argentina. No sonrea, retaba. No jugaba, se arrancaba su antigua piel a trozos. «Qu mir bobo».

Y luego, esos jugadores que se pasaron el Mundial colocndose a su espalda. Como De Paul, como Mac Allister, como Nahuel, como Romero, o como los otros hroes de la final, Di Mara, el Dibu o Montiel, que pas del martirio de sacar el brazo cuando no deba a marcar el gol que vala el Mundial. Todos ellos entregaron a Messi su fe. Con la esperanza de que su capitn les llevara donde nadie ms podra.

Y la final frente a una Francia que vivi avasallada durante 80 minutos, pero que Mbapp levant hasta que no pudo ms, fue la culminacin de la obra de Leo. Y no slo por que su actuacin individual en esta Copa del Mundo haya sido de las ms memorables de la historia. Tampoco por haber marcado siete goles en Qatar o haber enterrado por fin aquellos demonios que durante tantos aos le posean en el punto de penalti. Messi consigui que esa Argentina que perdi en el primer partido frente a Arabia Saud retorciera sus miedos para convertirlos en la obsesin por dar la mejor ofrenda a un pas que se rindi a su mito sin tener que crearle una iglesia. Aunque para ello hiciera falta la intervencin del seleccionador ms joven del torneo, Lionel Scaloni, una pesadilla para un tcnico que pareca infalible como Deschamps. Un Messi maradoniano necesitaba la cordura de Scaloni.

An no haba comenzado la final de Lusail, y Messi segua sin regalar una sonrisa. Bajaba las cejas, y miraba a la grada, por si hubiera manera de encontrar a su mujer, Antonella, con sus tres hijos, Thiago, Mateo y Ciro. Pero en un santiamn ya estaba corriendo, intentando conectar con su viejo amigo Di Mara, que pareca perdido para la causa en el torneo, pero en quien Messi siempre confi. Y con razn.

Quin sabe si La Pulga advirti al Fideo de la cara de sueo de Dembl, al que le toc defender a Di Mara mientras Kound se hunda. Un regate sencillo, un atropello absurdo de Dembl. Y Messi engaara a Lloris como quien esconde un caramelo a un nio. Retorci an ms el concepto de la belleza Leo cuando aclar con una simple caricia al baln el contragolpe definido por Di Mara, que se ech a llorar an con media vida por delante.

El emotivo arrebato con el que Mbapp devolvi a Francia de entre los muertos en un minuto no hizo bajar la cabeza a Messi. Lloris le neg dos veces el gol. Una antes de la prrroga. Otra, ya en el tiempo de la tortura. Pero cuando el diez crey alcanzar por fin la definitiva gloria, sin que Kound pudiera sacar la pelota bajo palos, solt Montiel una mano que no fue la de Dios, sino la del demonio.

El Dibu Martnez fue un gigante. Messi marc su penalti prometindole al baln una noche de amor. Y cuando Montiel zanj la agona en la final de todos los tiempos, el diez ya pudo descansar.

No corri. Tampoco llor. Camin tranquilo hacia la grada con los brazos levantados. Suspir y, por fin, sonri. Luego, pos sus labios sobre la Copa del Mundo. El consuelo deba ser aquello. Tambin la paz.

Messi ya es eterno.

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