Fernando Aramburu ridiculiza a ETA

El mismo autor que acerc y explic el drama de ETA mejor que cualquier documental, que cualquier testimonio, el escritor que estremeci a todo un pas con una novela, vuelve al mismo escenario pero de otro modo, a travs del humor. Es posible adentrarse en aquella pesadilla con sarcasmo? S. Aramburu se ha atrevido y lo ha conseguido con su nueva obra de ficcin, Hijos de la fbula, que Tusquets publica el prximo mircoles 1 de febrero.

La trama es sencilla. Dos militantes de ETA, o aspirantes a ello, sin experiencia alguna esperan en Francia que alguien les indique qu hacer. Permanecen

, no lejos de Toulouse. Confan pero a la vez se sienten olvidados.

, como en la obra de Samuel Beckett. Estn aislados del mundo porque no saben francs ni han sido entrenados para utilizar armas de fuego. As que los dos jvenes (Asier y Joseba, de 20 y 21 aos) se aburren. La novela se ir desarrollando a travs del dilogo entre los dos simpatizantes de la banda terrorista completamente desnortados. Sobre todo cuando se enteran de que

La novela de

Fernando Aramburu

(San Sebastin, 1959) se lee rpido. Se devora. Frases cortas al servicio del sentido de la irona.

de una organizacin que acab con la vida de ms de 850 personas. Aramburu lo hace ridiculizando a dos de sus miembros, a los que dibuja como patosos, inseguros, ingenuos.

El escritor muestra desde la primera pgina sus intenciones. Recurre a buena parte de los tpicos que se utilizan en los chistes sobre vascos. Asier y Joseba conocern a un miembro de ETA, Txalupa, que iba para levantador de piedra pero se qued por el camino; tampoco tuvo fortuna como pelotari. Y su carrera en la banda tampoco prosper, ha pasado a la reserva porque padece asma. Vive deprimido. Es quien les reprocha que huelen a mierda de gallina. Unas pginas despus, un perro dice:

.

. Y frgil. S

en el ambulatorio de su pueblo. Espera el nacimiento de un hijo de una mujer ms grande que l que le tiene acobardado. Asier, que pasa por ser el lder de este mini comando de juguete, considera que las mujeres debilitan al guerrero. El maquillaje, el perfume, las tetas, las palabritas de cario, todo eso es para domesticarnos a los hombres.

Moraleja?

Asier y Joseba esperan rdenes porque no tienen iniciativa y cuando emprenden algo resulta pattico. Se les dispara una Browning que supuestamente estaba descargada; en los alrededores de la granja, para entrenarse,

con las que barren los alrededores de la casa, pegan tiros imaginarios contra el poste de una cerca al que han calado una gorra para dar mayor verosimilitud al entrenamiento,

(tmatelo como un entrenamiento. Mejor an, como unas maniobras. Y al final la ejecutaremos. Imagina que es un empresario).

La novela relata una huida hacia delante, sin rumbo. Asier y Joseba necesitan justificarse, buscan alguna

(accin) con la que pasar a la Historia. Incluso

. La bsqueda de las siglas que inmortalicen sus hazaas es toda una caricatura, un desenfreno. Como los pequeos robos (no tienen dinero, viven de chiripa) en supermercados. Sera para partirse de risa si el lector lograra olvidar que la sombra de ETA est detrs.

El propietario de la granja avcola que les acoge es comunista, lleva una pegatina con la hoz y el martillo en la correa del reloj, tiene un perro al que ha bautizado como Mao. El tono caricaturesco de esta novela recuerda al de

de Flaubert, la novela inacabada y divertida en la que dio rienda suelta a las andanzas e ilusiones disparatadas de dos jubilados que suean con acaparar el saber humano, nada menos.

Todo puede llevar a que la palabra fbula del ttulo de la novela conduzca a una moraleja, que aquel despropsito de la organizacin terrorista slo poda estar condenado al fracaso. Hasta podra verse en la expresin hijos de la fbula algo mucho ms hiriente.

Por supuesto que este

. Cmo no recordar la pelcula

(1977), ttulo irnico como pocos, en la que Roberto Benigni encarnaba a un padre que haca ver a su pequeo hijo con todo tipo de ingenios que el horror de un campo de concentracin era slo un juego. Charles Chaplin se mof de Hitler con

(1940): el genial actor jugaba con una bola del mundo de plstico, la alzaba con las manos y hasta con el trasero e imitaba con sorna los gestos del pequeo dspota austriaco en sus alocuciones de tal modo que provocaban risa, aunque hubiera siempre debajo un resquemor amargo. O la pelcula de otro virtuoso del cine,

(1942) de Ernst Lubitsch, donde una compaa de teatro representa una obra titulada Gestapo.

Fernando Aramburu prosigue as una trayectoria literaria numerosa que alcanz su cenit con

(2016) -reconocida con el Premio Nacional de Narrativa, el de la Crtica, el Francisco Umbral y el Strega Europeo, entre otros-, donde retrat a travs de los vnculos de dos familias cercanas el asesinato de un empresario. Pero, sobre todo, las

de algunos de ellos. Dos aos despus, Aramburu sorprendi con una fotografa de s mismo, sin pasar por alto confesiones descarnadas de su propia familia, en

(tambin en Tusquets). En este libro se desnud. Sin concesiones. Es la mejor va de acercarse tanto al Aramburu hombre como al Aramburu creador. Los lmites en los que vivi y en los que pudo caer.

Distancia necesaria?

Cont all, por ejemplo, cmo fund con unos amigos el Grupo CLOC de Arte y Desarte. Pensbamos que as como se hace

, podamos hacer la vida con las llamas de la literatura. Albert Camus detuvo nuestras manos prestas a la rotura de cristales. Sobre un atentado en San Sebastin, escribe:

. A ver si nos entendemos. Era un objetivo, una legaa molesta en el ojo de una utopa.

Para escribir

o

quiz haya que vivir lejos del Pas Vasco, tomar distancia. Ver desde lejos el drama. Aramburu reside

donde ha sido durante muchos aos profesor de lengua espaola. Visita espordicamente Espaa. Pero desde esa residencia voluntaria todo lo ha visto ms claro.

Sobre sus pretensiones, por all llamarlo, ha confesado lo siguiente: As como, al nacer nosotros, encontramos la msica de Mozart, las fachadas de Manhattan o la poesa insondable de Vallejo junto a las ddivas de la naturaleza generosa,

y es de agradecidos esforzarse por

, antes de la hora postrera,

, o al menos intentarlo, exentos de la vanidad pueril de perpetuar nuestro nombre en labios posteriores al cupo de das que nos fue otorgado. Aprendamos de las amapolas que alegran la breve jornada con su sencilla condicin de amapolas.