En el artículo de hoy, compartimos el artículo sobre «En todas las revoluciones siempre ha habido un miedo a la tecnología». Puede encontrar detalles sobre «En todas las revoluciones siempre ha habido un miedo a la tecnología» en nuestro artículo.
Alberto Pinedo (Madrid, 1974) mueve las manos hasta que consigue construir la imagen perfecta, esa que resume la complejidad del concepto. Lleva casi dos décadas trabajando en Microsoft España, donde ahora es National Technology Officer (NTO). Es especialista en inteligencia artificial y ciberseguridad, entre otros temas candentes, que maneja con la facilidad de quien sabe explicar y explicarse. Cree que la tecnología está aquí para mejorarnos la vida, para mejorarnos a nosotros, para mejorar el mundo: es un optimista, pero no se olvida de los riesgos. Le gusta Spielberg. También Kubrick.
– ¿De qué hablamos cuando hablamos de inteligencia artificial?
– No es una definición sencilla. Digamos que la inteligencia artificial es una rama de la informática que se dedica a procesar datos que se utilizan dentro de algoritmos que imitan las capacidades humanas: las capacidades cognitivas, de razonamiento, de aprendizaje. Capacidades cognitivas como identificar objetos, procesar el lenguaje, traducir un texto, interpretarlo, comentarlo… Es un mundo que suena muy técnico, pero las matemáticas que hay detrás son relativamente sencillas. La realidad es que lo que utilizamos son derivadas y logaritmos. Hay que desmitificar el concepto de inteligencia artificial.
– ¿Y en qué nos va a cambiar la vida?
– La inteligencia artificial potencia las capacidades humanas, ayuda al ser humano a ser mejor en el sentido literal de la palabra. A ser mejor en el desempeño laboral, a ser mejor en la atención que tiene con sus clientes, a ser mejor incluso en la gestión de su tiempo personal y profesional. A ser mejor en el día a día. A mí lo que más me llama la atención son todas las innovaciones que tienen que ver con la propia seguridad del ciudadano. Por ejemplo: los sistemas de conducción autónoma o semiautónoma que se están desarrollando han reducido la tasa de accidentes. Esto es una buena noticia.
– Salvador Morales, presidente de los cirujanos europeos, sostiene que la inteligencia artificial está cambiando la medicina tanto como los trasplantes, la anestesia y la cirugía laparoscópica. «Con la inteligencia artificial y los avances robóticos ya no habrá cirujanos buenos y otros menos buenos», afirma.
– Es que ya es una realidad, una revolución. La salud es y será uno de los grandes campos de avance para la inteligencia artificial.
«La inteligencia artificial potencia las capacidades humanas, ayuda al ser humano a ser mejor en el sentido literal de la palabra»
– ¿Puede ponernos algún ejemplo?
– La inteligencia artificial, unida a la computación cuántica, podrá identificar nuevas moléculas que puedan ayudarnos a descubrir nuevos fármacos. Y eso ayudará a la cura de enfermedades raras y al desarrollo de fármacos contra el cáncer. Y no podemos olvidar la pandemia, porque el ejercicio de cómo la afrontamos es el típico ejemplo de cómo la tecnología ayuda a la sociedad. Un grupo de científicos chinos publica la secuenciación del genoma del virus y cuatro días después un laboratorio, Moderna, secuenciaba un primer candidato de vacuna. El dato es líquido. La diferencia entre el dato y un barril de petróleo es que si hay un barril de petróleo en el mercado y lo compra alguien, lo tiene ese alguien y no lo puedo tener yo.
El dato no, al dato alguien le puede sacar un valor X y yo sacarle un valor Y. Por eso los datos que tienen que ver con salud pueden ser un elemento disruptivo y de innovación en las sociedades en las que vivimos. Obviamente teniendo mucho cuidado de cómo se usan esos datos, claro.
– ¿Qué riesgos hay?
– El vicepresidente de Microsoft, Brad Smith, dijo que todas las tecnologías que nos permiten cambiar el mundo lo pueden hacer para bien, pero también para mal. Por eso tenemos que hacer que la inteligencia artificial sea una tecnología de uso responsable. En 2019 creamos una metodología de uso responsable, que se basa, principalmente, en unos principios básicos: equidad, seguridad, privacidad, fiabilidad, confiabilidad, inclusión, transparencia y responsabilidad. Así que en el campo de la salud, por ejemplo, cuando tú le pides un diagnóstico a alguna aplicación, tienes que saber de manera transparente si detrás hay un sistema o detrás hay una persona. O si esa aplicación está desarrollada por una empresa o por otra. Estos son los criterios que nos hemos autoimpuesto, y ahora estamos viendo que las regulaciones europeas los están aplicando. Al final, la tecnología corre tan rápido que lo único que hace es adoptar una aproximación a riesgos. Y cuando hay riesgos nuevos los clasificas. Y si están prohibidos, pues están prohibidos.
– Parece que hay consenso en que estamos viviendo la cuarta revolución industrial. También en que el mercado laboral va a cambiar por completo. Y eso ha generado miedo e incertidumbre.
– En todas las revoluciones siempre ha habido un miedo a la tecnología. Pasó en la primera revolución industrial, cuando pasamos de un modelo agrícola a un modelo urbano y se empezó a vislumbrar lo que sería el comercio; se vio después en la segunda revolución industrial, en los albores de la Primera Guerra Mundial, con el vapor, las telecomunicaciones, el telégrafo, el teléfono, el automóvil, etcétera; y se vio en la tercera revolución industrial, con internet y sus vaivenes, con los efectos que han tenido este tipo de tecnologías. Y en esta cuarta revolución no solamente entra la inteligencia artificial. También hablamos de robótica, de automatización inteligente, de computación cuántica. Y lo que podemos dar por ahora son cifras. Según un estudio del IDC, el despliegue en España de nuestra nube y de nuestro servicio de inteligencia artificial durante los cuatro siguientes años aportará unos 17.000 millones al PIB nacional. Y esos son muchos millones.
– ¿Pero estas tecnologías sustituián a las personas?
– En las tareas que se puedan automatizar, pues sí. De hecho, sería algo deseable. Para que esas personas que se dedican a estas tareas puedan hacer otras de mayor impacto. Y las empresas, por lo tanto, y ellos mismos, sean más productivos y eficientes en su día a día. Y felices, porque la conciliación es importante, y la tecnología puede quitarte tiempo de hacer cosas que no tienen ningún recorrido.
– Hay quien ha llegado a imaginar un mundo sin trabajo… ¿Cómo lo ve?
– Bueno, hay quien dice que el capitalismo lo que busca al final es convertir la fuerza laboral en capital, y que podría ser un objetivo loable. Yo creo que no es real. La tecnología puede venir a sustituir ciertos puestos de trabajo, pero siempre abre otros nuevos. Eso nos enseña la historia. Repito: la inteligencia artificial debe estar centrada en aumentar las capacidades del ser humano, no en sustituirlas. Dicho de otro modo: lo que hay que ver es cómo hacemos nuestra la tecnología. No que suframos las consecuencias de la tecnología.
«La consciencia humana no es imitable por una máquina. Eso es ‘Blade Runner»
– ¿Qué retos en términos de ciberseguridad plantea esta revolución tecnológica?
– Los malos siempre van a ser malos y siempre van a ir por delante. No hay riesgo cero, en ningún sistema. Y quien diga lo contrario miente. Lo que hay que hacer es asumir la brecha. Esa es nuestra estrategia desde el punto de vista de seguridad que tenemos en Microsoft. Asumir la brecha y siempre, en todas las circunstancias, adoptar una postura de seguridad, de desconfianza. Es un gran reto. Nosotros invertimos veinte mil millones en los próximos cuatro años. Y además utilizamos la inteligencia artificial en beneficio de la ciberseguridad. Cada día recibimos 48 trillones de señales diarias, señales que nuestros clientes de alguna manera nos dan cuando, por ejemplo, se detecta que hay un ‘phishing’ en un correo. La inteligencia artificial nos ayuda a hacer el triaje. Sin la inteligencia artificial no habría operarios ni programadores suficientes ni técnicos suficientes para manejar ese volumen de señales. Esto soluciona el 90% de casos.
– Hace unos meses, Blake Lemoine, un trabajador de Google, aseguró que una inteligencia artificial de la compañía había adquirido un nivel de conciencia similar al humano. ¿Es eso posible?
– Hay que diferenciar entre la conciencia y la consciencia, con ese. La conciencia es la capacidad del ser humano de identificar el bien y mal. La consciencia, en cambio, es la capacidad de ser capaces de percibir lo que nos rodea, nuestros sentimientos, nuestros sueños, es parte de nuestra memoria episódica. Una máquina puede imitar la conciencia. La puedes entrenar con datos y que sea capaz de decirte: pegarle a alguien está mal. Pero la consciencia no es imitable. Estaríamos hablando de una inteligencia artificial general o incluso de algo más elaborado. Como los replicantes de ‘Blade Runner’, que eran capaces de sentir, de pensar, de sacrificarse por otros. Y hoy por hoy no existe esa capacidad.
– Entonces, ¿ese caso fue una exageración?
– Estas situaciones son muy comunes en la tecnología. Siempre hay un momento ‘hype’ en el que piensas que una tecnología lo va a resolver todo. Y es verdad que muchas cosas sí que las puede llegar a resolver, pero hay otras que son más un deseo, un anhelo, que una realidad.
– Pero ya hay máquinas capaces de escribir relatos y de crear cuadros, que era algo impensable no hace tanto.
– Hay tecnologías que nos permiten igualar las capacidades del ser humano en la comprensión, en el razonamiento, en el resumen e incluso en la generación de textos. Están los modelos de generación del lenguaje en el que le das un contexto a la máquina («escríbeme un cuento sobre Caperucita Roja y un cuchillo») y esta es capaz de ser creativa y generarte un cuento. Y eso parece una obra de arte, pero realmente no lo es. ¿Por qué? Porque no hay un proceso de imaginación detrás, no hay una conjugación de la imaginación con la memoria episódica. Un escritor, cuando crea una obra, relata sus vivencias, las camufla de alguna manera, las filtra.
– Podemos decir, entonces, que la inteligencia artificial crea, pero no imagina.
– Eso es.
– Hablemos de futuro. ¿Qué logros nos esperan?
– El crecimiento que va a tener la computación cuántica en los próximos cinco años va a ser suficiente como para resolver problemas como el cambio climático. O incluso la identificación de nuevas medicinas y fármacos, como decía antes. Ahora estamos en la barrera de los 127 cubits, que es lo máximo que hemos llegado. Pues se estima que a partir de los mil cubits ya vamos a poder tener la capacidad de crear moléculas. Pero no puedo hacer pronósticos de tiempo. Hace un año la barrera de la computación cuántica estaba en 50 cubits. Y ahora estamos en más del doble. Va muy rápido.
– La alfabetización digital sigue siendo una asignatura pendiente en España. La gente que sabe programar aún es muy poca.
– Exacto [y suspira]. Pero se están dando pasos. Ha habido un cambio de mentalidad en estos últimos cinco o seis años y se va notando poco a poco. Incluso a nivel de currículum escolar. Yo lo veo con mis hijos, que ya tienen asignaturas de programación. Ojalá yo las hubiese tenido.