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A Miguel Ángel Revilla le parece que hacer ostentación de un regalo valorado en 330.000 euros no es amor, sino pornografía y de la más dura. El presidente de Cantabria ha cargado contra Georgina Rodríguez por las imágenes familiares en sus redes sociales mostrando el flamante Rolls Royce Dawn con el que ha sorprendido a su novio, Cristiano Ronaldo. «Es casi pornográfico. Con lo que está pasando la gente, que salgan estas cosas no es moral», ha recalcado.
Es la forma de cortejo de esta pareja. Igual que el pavo real despliega su cola, el gallito de las rocas exhibe su señorío ocupando el centro de un círculo lleno de machos o el macho mosquero menea su cresta. Ronaldo no está en su mejor momento profesional y puede que necesite este tipo de exposiciones para afianzar su posición en el universo.
Su nuevo Rolls Royce Dawn solo será uno más en la lujosísima colección del astro, que incluye varios Lamborghini, Ferrari,Bugatti y al menos otro Rolls Royce. Lo que Revilla define como pornográfico en las redes se ha interpretado como una exhibición hortera de la riqueza, el exceso que, de tanto, anula el impacto esperado.
El gran placer no estaba en desanudar el gran lazo rojo que cubría la carrocería blanca y plateada. Ni siquiera en imaginar cómo sería conducir un vehículo que acelera de 0 a 100 kilómetros por hora en menos de cinco segundos. El verdadero regustillo lo da el recuento de likes en las redes, los comentarios, las adulaciones o los dientes largos de quien él cree que quiere ser él y tener lo que él tiene.
Las redes sociales están transformando el romanticismo
Así es el romanticismo en las redes sociales. Un brindis al sol, una faena dedicada al público que, en el caso de Georgina y Ronaldo, lo conforman millones de gentes que ni en sus mejores sueños catarán el Rolls Royce. Sidney Chinchanachokchai, profesora de Marketing de la Universidad de Akron (EEUU) e investigadora del comportamiento humano, es coautora de un estudio en el que advierte cómo las redes están transformando el lenguaje romántico de las parejas, tanto en su génesis como en la manera de intercambiarse carantoñas, poniendo por testigo a los seguidores y esperando sus reacciones.
Uno de sus trabajos está centrado precisamente en la actitud de los enamorados cuando deciden regalar. Un gesto que debería ser íntimo acaba convertido en objeto público y cada uno puede verter su opinión. Con un emoji, una expresión o cualquier otra señal. Son los nuevos usos amorosos, aunque, como señala Chinchanachokchai en sus conclusiones, aún no han sido suficientemente analizados para saber el impacto en la relación de pareja.
Lo que la ciencia sí tiene estudiada es la química de la felicidad y cómo se entrena nuestro cerebro para conseguirla. La vida chapada en oro de Georgina, Ronaldo y otros tantos millonarios que se jactan de lo que tienen en sus cuentas está perfectamente articulada para atraer la atención. Pero cada gesto acaba siendo la gota que nunca rebosa el vaso. La dopamina, uno de los neurotransmisores que da la felicidad, es la culpable.
El placer de recibir likes en vez de besitos
El estado de placer que provoca cada auto nuevo y sus respectivos millones de likes provoca en el cerebro apetito de más. A nuestro sistema de recompensa no le vale eso de que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Le urge hartarse de likes, envidias, memes, aplausos, felicitaciones, cumplidos… Lo que sea para para llegar a esa sensación placentera. Esto exige ir subiendo los estándares hasta límites peligrosamente irreales. Si ya no puede ser en lo profesional, que sea el lujo y la belleza lo que les mantenga en ese pedestal idealizado.
En 2021 el futbolista sorprendió a su novia con un joyero de la firma Louis Vuitton, como diría Revilla, indecentemente pornográfico. De casi metro y medio de altura y por valor de 124.000 euros. «Sigo sin palabras», escribió la influencer en su cuenta de Instagram. Unos meses antes, ella le había regalado un Mercedes por el mismo precio que el nuevo Rolls Royce, 330.000 euros.
Por cada imagen necesitan la aprobación social. Es el mismo patrón de muchas parejas. En 2018 el actor ruso Chris Zylka le pidió matrimonio a Paris Hilton con un anillo de compromiso con un gran diamante de 20 quilates ligado en platino, valorado en dos millones de dólares. Solo unos meses después, rompieron, cancelaron la boda y el actor quiso recuperar la pieza.
El sortijón de Jennifer Lopez y el Lamborghini de Kylie Jenner
Ben Affleck duplicó esta cantidad la primavera pasada con la joya que compró para pedirle matrimonio, por segunda vez, a Jennifer Lopez. Según se publicó, algún experto llegó a calcular que la sortija podría llegar incluso a los diez millones de dólares teniendo en cuenta el inusual tamaño de su espléndido diamante verde.
Igual que Ronaldo, Kylie Jenner, la menor de las Kardashian, ha sumado también un nuevo modelo a su colección de coches, uno de los más potentes y atractivos de la marca italiana Lamborghini, regalo de Santa Claus. Su precio podría alcanzar los 3,6 millones de dólares. Queda claro que Santa carga en proporción con la cuenta corriente y no en función de nuestra humanidad.
Y si el cheque para costear un capricho sale de las arcas públicas, el enfado puede ser tremendo. El empacho de estampas idílicas de la princesa Victoria de Suecia con su familia en estas fiestas ha llevado a los medios suecos a rescatar la costosa remodelación de la casita de juegos de su hija Estella en 2016. Ajena al disgusto de su pueblo, a la pareja principesca no le importó dejar testimonio gráfico de la niña jugando con su pequeña mansión reformada con 11.000 euros que, por cierto, no salieron del bolsillo de sus padres, sino de la Agencia Sueca de la Propiedad.
El postureo puede volverse en contra de quien lo practica. Una de las primeras modelos en depreciar la vida de mentiras del mundo virtual fue la modelo australiana Essena O’Neill, en 2015, con una sobrecogedora frase: «Dejé que los números me definieran». Confesó que vivir sometida al engaño de la vida virtual solo le había traído soledad, infelicidad y ansiedad. Al cabo de unos años volvió con el mensaje ‘Let’s be game changers (Vamos a cambiar el juego) y una plataforma en la que promueve el veganismo, la salud mental, el cuidado físico y el respeto medioambiental, «temas reales y originales».
La autenticidad le ha reportado niveles más elevados de bienestar. Es algo que ha detectado la psicóloga Erica Bailey en un estudio que ha liderado en la Universidad de Columbia y la de Northwestern a partir de los datos de más de 10.000 usuarios de redes sociales. Sus conclusiones no le dejan la mínima duda de que la autenticidad, a pesar de que carece de valor en el universo virtual, aporta mayor satisfacción y evita muchos malos ratos de angustia y estrés.
«Luchad y cumpliréis vuestros sueños», clama la novia de Ronaldo en su documental de Netflix. Al escucharla, habrá personas que se coloquen confiadamente al lado de la diosa Fortuna y se desharán en filtros, retoques y poses sin notar un solo avance a ese yo ideal que promete la influencer. Y cuanto más grande sea la distancia, mayor será la decepción, el desánimo y la tristeza. Tampoco estos famosos han aprendido a reconocer cuándo las cosas están en su punto para disfrutarlas. Entonces sí denotarían que su gusto es exquisito