1673034318 El hallazgo de cientos de centros ceremoniales remonta varios siglos

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Un glifo de venado identificado entre los fragmentos de yeso de los célebres murales del complejo de San Bartolo, en la selva de Guatemala, era hasta ahora la evidencia más antigua, datada entre los años 300-200 a.C., del calendario maya de 260 días. El símbolo, que se corresponde con el séptimo día de ese sistema tradicional para contabilizar el tiempo que todavía está en uso en algunas comunidades indígenas del sur de México y Guatemala, se dio a conocer el pasado mes de abril y marcó un hito en los estudios sobre la antigua civilización mesoamericana, siendo alrededor de siglo y medio anterior a otros ejemplos localizados. 

Pero los orígenes del calendario maya acaban de sufrir un nuevo terremoto. Un estudio publicado este viernes también en la revista Science Advances concluye que el uso de este sistema probablemente se remonta a más de medio milenio antes de lo pensado. El análisis de las orientaciones arquitectónicas de un gran número de centros ceremoniales del sur de Mesoamérica —el corazón de la cultura olmeca y las tierras bajas mayas— construidos entre 1100 y 750 a.C., durante el periodo Preclásico Medio, desvela que fueron concebidos siguiendo los patrones de la salida y la puesta del sol o la ubicación de otros cuerpos celestiales como la Luna, asociada con el agua y la fertilidad.

Gracias a las técnicas de teledetección aérea como el LiDAR, los arqueólogos han hallado en los últimos años cerca de 500 complejos ceremoniales a lo largo una amplia área al sur del golfo de México que han revelado una arquitectura monumental mesoamericana a una escala inimaginable. Para este estudio, liderado por Ivan Šprajc (Academia de Ciencias y Artes de Eslovenia), Takeshi Inomata (Universidad de Arizona) y Anthony F. Aveni (Colgate University, Nueva York), se ha podido generar una base de datos con 415 estructuras, clasificadas en cuatro tipos diferentes en función de sus características arquitectónicas.


Excavaciones en el yacimiento de Aguada Fénix, en México.

Takeshi Inomata

Los resultados muestran que la gran mayoría de estos lugares fueron orientados este-oeste, incluso antes de que se comenzase su erección, hacia las direcciones de la salida del sol en fechas específicas. La más extendida corresponde a la que coincidiría con el amanecer de los días 11 de febrero y 29 de octubre, precisamente separados por 260 días, aunque también se han documentado otros ejemplos relacionados con los solsticios. «La gran mayoría de estas orientaciones en nuestra muestra están incorporadas en complejos que probablemente datan de 1100 a 750 a. C., si no antes, y por lo tanto representan la evidencia más temprana del ciclo calendárico de 260 días», aseguran los investigadores.

Uno de estos lugares es Aguada Fénix, clasificado como un Middle Formative Usumacinta (MFU), una plataforma artificial elevada de entre 10 y 15 metros que se extendía 1,4 kilómetros y fue descubierta en 2020. Este lugar, además de un llamado Grupo E —pirámide oeste y una plataforma alargada en el este—, tiene en sus bordes una veintena de plataformas. Este número, como el 13, tenía gran importancia en las comunidades mesoamericanas porque se asociaba a las partes del cuerpo, dioses o niveles cósmicos, y probablemente representa la unidad básica de este calendario.

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«Nuestros datos proporcionan evidencias de que este calendario estaba en uso a lo largo del periodo entre 1100 y 750 a.C.», concluyen los investigadores. «Los diseños específicos de los MFU y otros complejos desde la fase inicial de su construcción y la presencia de las 20 plataformas de borde sugieren la posibilidad de que el calendario de 260 días o conceptos relacionados existían incluso antes de 1100 a.C. Nuestros resultados son consistentes con la hipótesis de que la región olmeca de la Costa del Golfo y las áreas adyacentes fueron los escenarios primarios para el desarrollo inicial del sistema calendárico mesoamericano y la arquitectura monumental orientada astronómicamente».

El posible origen

Durante principios del periodo Preclásico Medio (1100-900 a.C., aproximadamente) se produjo una eclosión de este tipo de estructuras ceremoniales. Los investigadores explican que varias comunidades mesoamericanas de esta época adoptaron estilos de vida más sedentarios y se focalizaron en el cultivo del maíz. «Estas construcciones reflejan contextos sociales comparables a monumentos tempranos que fueron erigidos en otras partes del mundo durante las etapas de transición hacia el periodo agrícola, como Göbekli Tepe en Turquía y Caral en Perú», subrayan.

Los nuevos grupos sedentarios se asentaron en grandes centros como Aguada Fénix o San Lorenzo, la antigua capital olmeca construida también en una gran meseta artificial donde se erigieron cientos de esculturas de piedra, como sus identificativas cabezas colosales, probablemente representaciones de sus gobernantes. «Estas comunidades posiblemente incluyeron especialistas en rituales que poseían conocimientos esotéricos de las observaciones astronómicas y desempeñaron un papel destacado en la sofisticación de los conceptos calendáricos», valoran los autores del estudio.

Imagen LiDAR de San Lorenzo (izquierda) y Aguada Fénix (derecha). Ambos presentan una plaza rectangular y 20 plataformas en el borde.


Imagen LiDAR de San Lorenzo (izquierda) y Aguada Fénix (derecha). Ambos presentan una plaza rectangular y 20 plataformas en el borde.

Frenandez-Diaz & Inomata

Aunque el origen preciso del calendario de 260 días sigue difuso, los investigadores barajan dos escenarios en base a una combinación de la numerología y la planificación de rituales. En el primer caso, el sistema temporal pudo haberse originado a raíz de la tradición anual de reunión de los grupos móviles durante la temporada seca, en los meses de febrero y marzo. 

«Para coordinar los eventos rituales entre participantes de áreas cada vez más extensas, los constructores de complejos ceremoniales necesitaban elaborar calendarios de observación solar, que se incorporaron en los diseños de los edificios», sugieren los arqueólogos. «Sabiendo que la mayoría de las ceremonias tenían lugar en fechas específicas de un calendario solar, aquellos que habitasen en lugares lejanos podían emplear la observación solar para saber cuándo desplazarse hasta los complejos sin la necesidad de contar con sistemas de comunicación de larga distancia».

El segundo escenario posible es que las fechas registradas con mayor frecuencia por los alineamientos solares marcaron rituales de importancia fundamentalmente agrícola. «La aparición de complejos estandarizados vinculados al calendario de 260 días en nuestra área de estudio alrededor del año 1000 a.C. puede estar relacionado con la expansión de la agricultura del maíz», apuntan. Una hipótesis que se sustenta en el hecho de que algunas comunidades indígenas todavía usan este sistema para celebrar ceremonias que inauguran la temporada de cultivo del maíz.

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