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Gina Lollobrigida ha fallecido a los 95 años. Hace setenta, en 1953, ya era una mujer de fama mundial. Pan, amor y fantasía, magnífica película de Luigi Comencini sobre un oficial maduro (Vittorio De Sica) que debe aceptar, no sin amargura, el paso del tiempo, hizo de esta explosiva mujer un mito. En ese 1953 mágico para ella, la actriz también participó en La burla del diablo, de John Huston, junto a Humphrey Bogart y Jennifer Jones, ratificando su condición de estrella italiana y europea pero también de Hollywood, dos mundos en los que siempre andaría a caballo.

Siguió reinando veinte años más. Presente en los medios de comunicación en su vejez por un cierto comportamiento estrafalario, esa postrera imagen no debe hacer olvidar que la actriz participó en algunas de las mejores películas del siglo pasado cuando derrochaba fuerza y talento siendo uno de los nombres fundamentales de la última etapa del neorrealismo.

Pan, amor y fantasía, que fue un taquillazo en todo el mundo, también creó otro cliché que le persiguió toda la vida. Su inolvidable personaje de la “Bersagliera”, o sea, la “legionaria” encarnaba a la perfección más que a una persona, un mito, el de la mujer italiana de rompe y rasga, sexi y salvaje, frente a la belleza más sofisticada y fría de las rubias estrellas anglosajonas. Un cliché que como todos encierra una cierta profundidad al que Lollobrigida, como Sophia Loren, supo dar nervio, energía y carisma.

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La gloria neorrealista

Debutó en el cine italiano a finales de los años 40, cuando ese país estaba en pleno apogeo neorrealista, un movimiento que había llevado sus películas a alcanzar una enorme calidad. En una Italia devastada y pobre que acaba de perder la guerra y de colgar a Mussolini, interpreta con vigor el papel de chica de provincias algo ingenua que debe buscarse la vida en la gran ciudad.

Siendo muy joven, Lollobrigida participó en filmes típicos de ese movimiento como Pagliacci. Amor trágico (Mario Costa, 1948), adaptación de una ópera de denuncia social, o Renunciación (Luigi Zampa, 1949), en la que ya es protagonista interpretando a una mujer que debe prostituirse durante la Segunda Guerra Mundial. Para colmo, cuando sale del hoyo, pierde sus ahorros a manos de un párroco que los gasta en construir un orfanato.

El asunto de la chica de origen rural que no tiene más remedio que acabar vendiendo su cuerpo fue un clásico en sus primeras películas. También lo vemos en La provinciana (Mario Soldati, 1953) y La romana (Luigi Zampa, 1954), adaptación de una novela de Alberto Moravia. En 1952 rueda con Mario Monicelli Escándalo en Roma: las infieles, una mezcla entre sátira y melodrama que avanzaría los modos de la posterior comedia italiana.

Absolutamente modélico del neorrealismo es un título de gran calidad como La ciudad se defiende (1951), del gran Pietro Germi. Sobre una historia escrita por Federico Fellini, la película cuenta a modo de thriller fatalista un atraco.

El europudding

Tras el éxito de Pan, amor y fantasía y su participación en La burla del diablo con Bogart, Lollobrigida se convierte en una estrella internacional. Comienza una etapa curiosa del cine europeo en la que abundan lo que se llamó europuddings, películas de producción europea con un reparto de estrellas europeas y americanas dirigidas muchas veces por directores veteranos del Hollywood clásico de los 40.

Estas películas, de producción más lujosa, dejan atrás los paisajes en ruinas de la Europa de posguerra para tomar dos vías alternativas, o bien tratan el conflicto a modo folletinesco o bien reproducen la Europa previa a las guerras mundiales, una Europa colorista y glamourosa de duques, princesas y cantantes de ópera.

La actriz rueda en francés El gran juego, dirigida por Robert Siodmark en 1954, una historia de espías ambientada en la Argelia colonizada por los franceses. Triunfa, sobre todo, en películas de época en las que surge la Lollobrigida más glamourosa al estilo diva de Hollywood.

En Espadas cruzadas (Milton Krims, 1954), junto a Errol Flynn en una producción italiana, hace de princesa en una película de aventuras ambientada en el siglo XV. Se corona en La mujer más bella del mundo (1956), un filme ambientado en Roma, París y Moscú a principios del siglo XX dirigido por Robert Z. Leonard que fue un gran éxito. Junto a Vittorio Gassman y Robert Alda, la actriz brilla como cantante de ópera en un melodrama romántico en el que luce unos vestidos espectaculares. Otro título curioso de estos europuddingsCervantes (Vincent Sherman, 1967), biopic sobre la juventud del escritor en el que también aparecen Louis Jourdan, José Ferrer y Paco Rabal.

El público conoce a una Lollobrigida más sofisticada pero no abandona del todo su querido personaje de chica sencilla con belleza en bruto que representa la “raza” de las clases populares. En Nuestra señora de París (Jean Delannoy, 1956) da vida a Esmeralda mientras Antony Quinn se convierte en Quasimodo. Y en La ley (Jules Dassin, 1959) hace de bella sirvienta de un aristócrata víctima de unos hombres sin escrúpulos.

Los felices 60 y el éxito en Hollywood

Lollobrogida comenzó a trabajar muy pronto en producciones de Hollywood y desde entonces nunca dejó de alternar ambos mundos. Tras La burla del diablo (1953), que transcurre en Italia, Lollobrigida rodó Trapecio (Carol Reed, 1956), con dos grandes estrellas de Hollywood como Tony Curtis y Burt Lancaster. Ambientada en el mundo del circo, es un melodrama romántico de aventuras ambientado en París.

A finales de los 50, la actriz intensifica su carrera en Hollywood. Cuando hierve la sangre (John Sturges, 1959) es un drama bélico ambientado en la Birmania de la Segunda Guerra Mundial en el que comparte cartel con Frank Sinatra y Steve McQueen. El taquillazo llega con Salomón y la Reina de Saba (King Vidor, 1959), fastuosa adaptación del episodio bíblico con Yul Brynner.

Además, sus comedias románticas con Rock Hudson la convierten en una estrella conocida y querida por el gran público de Estados Unidos. Son películas como Cuando llegue septiembre (Robert Mulligan, 1961), donde vemos una Roma de postal que reproduce todos los tópicos sobre la vetusta Europa, y Habitación para dos (Melvin Frank, 1965) en la que da vida a una pasional escultora italiana.

La commedia italiana

A partir de los años 50, el cine italiano comienza a cambiar lentamente. Los traumas y la miseria provocada por la guerra mundial quedan más lejos. El neorrealismo adquiere un tono menos trágico y político para ir abriendo la puerta a la etapa de esplendor de la gran comedia italiana. La crítica social no desaparece del todo pero adquiere un tono más mordaz y sarcástico.

La propia Pan, amor y fantasía, bajo su apariencia ligera, esconde una encendida defensa de la mujer para escoger el novio que quiera y una crítica a la costumbre de que hombres maduros con buena posición económica anden buscando chicas más jóvenes sin pensar en sus deseos.

Hubo una secuela, Pan, amor y celos (1954), dirigida por el mismo Comencini, rodada tan solo un año después, en la que una trama romántica se combina con la denuncia social. En este caso, de la retrógrada ley que prohibía a los oficiales del ejército casarse con mujeres que tuvieran hijos “ilegítimos”.

Fue, sin embargo, en los años 60 cuando el género alcanzó su máximo esplendor. Mientras triunfaba en Hollywood, Lollobrigida también rodó en su país varias comedias italianas en las que, como sucedería en nuestro país diez años después con el “destape”, también se explotaba la nueva liberalidad de la época tratando asuntos como la infidelidad o el erotismo.

Son películas como Pensión italiana (Renato Castellani, 1963) en la que da vida a una mujer que se lía con un hombre más joven y un marinero maduro a la vez. Yo, yo, yo… y los demás (Alessandro Blasseti, 1966) trata sobre un ligón que se replantea su comportamiento con las mujeres. Los placeres de la noche (A. Crispino, 1969), con Vittorio Gassman, es una adaptación de viejas leyendas medievales de tono picante.

En 1972 rodó El salto del tigre (Jerry Skolimowski), una comedia con David Niven pero a partir de allí prácticamente desapreció. En los años 80 rodó algunos capítulos de Falcon Crest que le dieron notoriedad pero apenas participó de manera secundaria en algunas series de televisión. Siguió siendo una figura habitual de la prensa del corazón con una compleja vida sentimental pero esa es otra historia.

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