1675305617 China y EEUU cruzan amenazas y acusaciones con una posible

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De tanto oír a los propagandistas rusos hablar de la III Guerra Mundial, se nos olvida que su escenario más probable sigue siendo el Asia Pacífico, donde se dan todos los condicionantes para un sonado estallido bélico. La mezcla de potencias nucleares descontroladas -Corea del Norte- con gigantes tecnológicos de pasado imperial -Japón-, aliados anglosajones -Australia- y una superpotencia totalitaria con ganas de crecer y crecer -China- ya es de por sí temible. El problema es que a eso hay que sumarle unas fronteras difusas, cientos de islas reivindicadas por distintos países y la sensación de que solo la amenaza exterior de Estados Unidos hace que el equilibrio se mantenga.

Ahora bien, ¿durante cuánto tiempo más? Este mismo martes, la administración Biden anunciaba un nuevo envío de cazabombarderos y armas de tecnología punta a Corea del Sur para aumentar su capacidad de disuasión frente a la amenaza de Kim Jong-Un. Estados Unidos tiene bases militares por todo el Pacífico y su flota patrulla por el océano, siempre alerta a cualquier imprevisto. La considerada «cuarta crisis del estrecho», provocada por la visita de la exportavoz de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán, ya estuvo a punto de disparar todas las alarmas. Al final, los ánimos se calmaron porque Xi Jinping estaba preparando el XX Congreso del Partido Comunista Chino, pero durante unos cuantos días, el resto del mundo aguantó la respiración, algo a lo que, desgraciadamente, nos estamos acostumbrando.

Otra cosa será cuando la República Popular China se decida a anexionarse Taiwán, una pulsión casi obsesiva del presidente Xi. Durante setenta y cinco años, Pekín ha resistido la tentación de invadir la isla de Formosa y derrocar al gobierno nacionalista. La disuasión estadounidense de postguerra junto a una pobre situación económica del país así lo han hecho posible. Ahora bien, las cosas han cambiado. China tiene ahora un ejército y un armamento lo suficientemente potentes como para intentar la anexión por las bravas. A su vez, Estados Unidos tiene demasiados agujeros que tapar como para imponer el miedo y el respeto que ha sido garantía de seguridad durante décadas.

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El conflicto está servido y la duda no es tanto si acabará estallando, sino cuándo y con qué consecuencias. En ese sentido, el pasado viernes, se filtró a la prensa y se publicó en redes sociales un extraño memorándum firmado por el general Michael Minihan, uno de los altos cargos del Pentágono en materia de defensa aérea, en el que pedía a todas las unidades que dependen de su mando que se fueran preparando ya para una guerra con China en 2025. El año en el que, según Minihan, se dan todas las circunstancias para que Xi lance su ataque sobre Taiwán.

Una guerra que acecha

El memorándum de Minihan, reconocido como auténtico por el Pentágono, aunque inmediatamente desmentido, supone sin duda una amenaza importante para Pekín. Es el reconocimiento expreso -por mucho que se intente matizar oficialmente- de que Estados Unidos está dispuesto a entrar en guerra con China si la cosa se complica en el estrecho de Taiwán. Se podría entender, incluso, que su filtración es en sí una alerta al gobierno chino para disuadirle de ir más lejos. En Pekín, como era previsible, no ha sentado nada bien.

¿En qué se basa el general Minihan para explicitar de ese modo su pronóstico, hasta el punto de convertirlo en orden a sus subordinados? Hay varios caminos que convergen en 2025. De entrada, es el año que el propio Xi ha mencionado en repetidas ocasiones como el del inicio de la anexión. Aparte, es año postelectoral en Estados Unidos, es decir, es año de cambios en la administración: no solo un posible nuevo presidente, sino nuevos secretarios de estado y de defensa, nuevos cargos diplomáticos y nuevos jefes militares si Mark Milley decide no seguir al frente del Estado Mayor, algo que se ha insinuado varias veces.

Minihan considera que esas «distracciones» pueden animar a Xi a lanzar su ataque. El secretario de defensa, Lloyd Austin, no cree que el ataque sea tan “inminente”, pero, como hizo en su momento Joe Biden, no descarta que un enfrentamiento entre Taiwán y la China continental derive en una guerra abierta entre Washington y Pekín, dos potencias nucleares. De hecho, el propio uso de la palabra «inminente» es delatador: Austin no rechaza la posibilidad de una guerra, simplemente la retrasa en el tiempo.

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Blinken, con Ucrania en la agenda

La reacción de China no se ha hecho esperar, aunque haya sido por país interpuesto. Después de once meses negándose a condenar abiertamente la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Mao Ning, afirmó este lunes que fueron los Estados Unidos «los que desencadenaron la crisis en Ucrania», siguiendo el ideario del gobierno de Putin y sus propagandistas. Además, acusó a Washington de ser el máximo responsable de que el conflicto siga abierto, por su empeño en mandar más y más armas en vez de «buscar la paz».

No es probable que estas declaraciones supongan un cambio de posición por parte del gobierno chino, que, si bien no ha querido ponerse en contra de Putin a lo largo de estos meses, tampoco se ha posicionado a favor, apelando siempre al derecho de los estados a su integridad territorial. Sí son un aviso ante la inminente visita del secretario de estado Antony Blinken, a quien se le espera en Pekín esta semana o la que viene. China es una pieza clave en el conflicto ruso-ucraniano por varios motivos.

El principal es que Occidente necesita de la neutralidad china. Putin no puede apoyarse militarmente en un aliado tan poderoso. El secundario es que, como comentaba este mismo lunes Igor Girkin -terrorista afín al régimen de Putin y condenado por crímenes de guerra- en la televisión rusa, parte de la imposibilidad de Rusia para destruir infraestructuras en Ucrania es que buena parte de los puentes, los túneles y las vías ferroviarias son de construcción y control chino, como sucede en buena parte del mundo. Suponen una vía comercial con Europa que Pekín no quiere ver destruida.

La visita de Blinken tiene como objeto continuar las charlas que mantuvieron Biden y Xi en la pasada reunión del G20 en Bali. Qué ambiente se encontrará después de este cruce de acusaciones y amenazas es difícil de saber. Las relaciones diplomáticas entre ambos países han sido complicadas desde hace décadas, pero ahí siguen. El memorándum del general Minihan incluía un significativo «espero equivocarme» y lo cierto es que en esa esperanza nos va mucho a todos. Quedan solo dos años para salir de dudas.

Guerra Rusia -Ucrania

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